- La era de la burocracia
- La Construcción
- Chile Independiente
- Los presidentes se instalan en La Moneda
- El siglo XX
- Ver todo

Palacio de la Moneda
La historia de la casa donde tanto se sufre comenzó el 30 de octubre de 1732, cuando el Cabildo de Santiago solicitó al rey de España una autorización para instalar en Chile una casa de Moneda.
¿Para qué acuñar una moneda en chilito? Pues bien, en esos tiempos la pelotera económica estaba más compleja que la actual. Resulta que el virrey de Perú había tomado una serie de medidas tendientes a evitar que las monedas llegaran para estos lados (para evitar que se comprara contrabando, aunque las malas lenguas hablan de simple y llana pica… y eso que aún no existían ni Aeroperú ni Luchetti). El resultado fue la escasez crónica de metálico. Y como si fuera poco, la economía se había deteriorado tras el terremoto de 1730.
La era de la burocracia
Como suele ocurrir con estos asuntos, la cosa se demoró. La solicitud fue más tramitada que en el servicio de impuestos internos de Santiago centro. Hubo que contratar a un cabildero en España (gastos personales incluidos) para que le sacara la firma al Rey Felipe V de Borbón.
Para variar el problema era el presupuesto. «No hay plata» parecían decir en la madre patria. Y allí surgió una idea que ahora todos creen la panacea: una concesión. Resulta que al avispado de Tomás de Azúa Iturgoyen (que así se llamaba el cabildero, o lobista) se le ocurrió que el gasto podía ser solventado por un privado. Al rey le gustó la solución (mientras menos plata desembolsara, mejor) y eligieron a Francisco García Huidobro para realizar la tarea. Títulos no le faltaban. Tenía una fortuna considerable, asi que el rey no tuvo problema en nombrarle Alguacil de la Real Audiencia en Chile, Corregidor de Aconcagua y Caballero de la Real y Militar Orden de Santiago (el vil dinero siempre ha movido montañas).
Así las cosas, el rey estampó su mosca en la autorización fechada el 1º de octubre de 1743, 13 años después de que la solicitud fuera hecha (y ahora nos quejamos por la burocracia).
Recién en 1745 se inició oficialmente el trabajo para armar la casa de moneda. Para ello García Huidobro compró una casa en esquina de Huérfanos con Morandé, conocida como el Palacio Viejo, pues allí había vivido un gobernador a principio de siglo.
Unos cuantos años después, con el reinado de Carlos III, vino la fiebre estatizadora. En efecto, él pensaba que todas los establecimientos de beneficio público debían ser manejados por el Estado, por lo que el 15 de junio de 1772 pasa a manos del rey oficialmente. El mismo año las instalaciones son trasladadas a los deshabitados edificios del antiguo Colegio de San Miguel ubicado al costado de la Iglesia de la Compañía y que era de los jesuitas (hasta que fueron expulsados en masa).

Primeras monedas acuñadas en Chile
En 1777 los responsables se pusieron las pilas y encomendaron al ingeniero Antonio Birt que hiciera los planos para el edificio. El muñeco cumplió y su trabajo fue enviado a Perú para su aprobación… pero le fue peor que a arquitecto de COPEVA. Los técnicos limeños rechazaron el proyecto por mal fundamentado, peor calculado y falto de solidez, decoración y armonías propias de la arquitectura.
Con tal espaldarazo a la ingeniería local, los responsables buscaron irse a la segura y el 2 de junio de 1780 contrataron a un extranjero: el italiano Joaquín Toesca y Ricci. Éste trabajó 1 año y medio en la realización de los planos y presentó su proyecto (un legajo de trece planos) en 1782. En la primavera de 1783 comenzaron los trabajos en el sector conocido, coloquialmente entre los parroquianos, como el Basural de Santo Domingo.
Pero el lugar tenía un problema: los cimientos se inundaban con las aguas subterráneas del río Mapocho, por lo que detuvieron las obras en 1784 y comenzaron a buscar una mejor ubicación.
Como usted se habrá dado cuenta, estimado lector, los plazos de resolución eran algo lentos. No es de extrañar entonces que entre elegir la ubicación nueva, convencer al propietario del terreno y comenzar los trabajos, pasaran 10 años. Recién a mediados de 1784 se firmó el acuerdo de venta del solar de los Teatinos (vivieron ahí unos clérigos conocidos con ese nombre), y pudo reanudarse la construcción.
La Construcción

Utensilios de la casa de moneda. Dibujo de Toesca
Para erigir la casa de moneda se utilizaron materiales locales y extranjeros. La cal venía de la hacienda de Polpaico y la arena de las riveras del Maipo; las piedras, de la cantera colorada del Cerro San Cristóbal; las maderas de roble y ciprés, de Valdivia; los ladrillos se hicieron en los suburbios de Santiago, donde cocieron 20 variedades distintas.
Como las rejas debían ser firmes para proteger el capital de la nación, se hicieron… en España. Éstas llegaron a Valparaíso en 1794 (fueron encargadas en 1787… ya me gustaría tener contratos que duraran tanto) y debieron ser transportadas a Santiago en 17 carretas que debieron hacer el trayecto 5 veces.
Mientras esto sucedía Toesca fue enviado en un viajecito a Lima con viáticos incluidos para estudiar cómo funcionaba la casa de moneda local. Estuvo 6 meses y volvió con montones de notas, esquemas y planos.
En 1797 Toesca renunció a su cargo. Estaba agotado por las constantes peleas con el superintendente Altoaguirre que pretendía quitarle «arte» al edificio y darle énfasis a la funcionalidad. La renuncia no duró mucho, pues volvió al poco tiempo, pero nunca alcanzó a ver terminado el edificio. Murió en 1799.

Planos de 1800
El puesto de arquitecto fue asumido por Agustín Marcos Caballero y de él son los planos más antiguos que se conocen del edificio, datados en 1800. En 1802 debió partir a Panamá por orden del rey, por lo que el cargo pasó a manos del Miguel María Atero e Ignacio de Andía Varela (éste último, el primer chileno a cargo).
Por fin la Casa de Moneda fue inaugurada en 1805, aún cuando gran parte del edificio estaba inconcluso.
Más de 35 años demoró la construcción de la «Real Casa de Moneda de Santiago», bajo el mando de siete gobernadores. Según un ingeniero de la época, La Moneda debía considerarse «uno de los más armoniosos, ostentosos y acertados edificios de estos dominios y acaso el el mejor de todos los ocupados en real casa de Moneda en esta y en la otra América».
Chile independiente

Primeras monedas de la República
El proyecto de Toesca estaba pensado para albergar la creciente riqueza de la Colonia, gobernada por una sólida monarquía… pero no contaba con los planes independentistas de ciertos chilenos famosos por esos días. Con las campañas bélicas la minería nacional se fue a las pailas, por lo que el respetable edificio pasó a convertirse en un gigante casi abandonado, ocupado sólo por el superintendente y su familia, en las habitaciones del segundo piso.
Entre las idas y venidas de la Independencia en 1810, la Reconquista, y las batallas finales, el edificio era habitado y semiabandonado. Después de Chacabuco el edificio vuelve a bullir de actividad, y es acuñada la primera moneda de Chile Independiente, en 1817.
Diez años después, al presidente de turno se le ocurrió la genial idea de de crear una Casa de Moneda nada menos que en Coquimbo. Para allá fue embarcada la maquinaria de la Casa de Moneda de Santiago, con la única utilidad de enmohecerse por años en los patios de un antiguo convento. En 1841 este proyecto fue cancelado y las maquinarias sobrevivientes al moho fueron devueltas a Santiago.
Los presidentes se instalan en La Moneda

La Moneda en 1824, según Schmidtmeyer
Luego de que los gobernantes coloniales se fueron con la cola entre las piernas, los presidentes chilenos heredaron el Palacio de la Real Audiencia (actual Museo Histórico Nacional). Pero por más que lo restauraban y alhajaban, el espacio era chico para el ejercicio de la presidencia, y no era lo suficientemente majestuoso. Para colmo, sus paredes cargaban con la presencia de todos los gobernadores que pasaron por allí.
En 1845 el presidente Manuel Bulnes decidió trasladar la residencia de los mandatarios, y las oficinas de gobierno a la Casa de Moneda, aduciendo la ruina en que se encontraba el Palacio de la Real Audiencia (quién diría que iba a resisitir hasta los hoyos del Metro). Además alegaba que los archivos de la República estaban muy inseguros, separados sólo por un tabique de madera de la cárcel pública.
Hubo que trasladar a todos sus funcionarios, y darles plata para arrendar casa. Hasta el Capellán de la Casa de Moneda fue reemplazado por el Capellán de la Presidencia.

La Moneda en 1850, según Molinelli
El terremoto de 1822 había dañado bastante el edificio, por lo que había sido recientemente refaccionada por una cuadrilla de ingenieros y maestros. Las dependencias ocupadas por el superintendente, al oriente del portón principal, pasaron a ser la residencia de los jefes de estado. El sector poniente, originalmente asignado al tesorero y su familia, fue destinado a dependencias de los ministerios.
No se conoce el detalle de las transformaciones que se hicieron en esa época, pero se supone que no fueron estructurales, y que más bien se encaminaron a redecorar espacios, incluir algunos tabiques y cerrar o abrir vanos. O sea una remodelación a la chilena.
Obviamente que la residencia de los presidentes se decoró y adornó a la altura que correspondía, pues había que hacer recepciones oficiales. Se instalaron amoblados, cortinajes y espejos traídos de París por el entonces embajador ante las cortes europeas, de quien se decía que era el mejor conocedor de arte de la época.
El Palacio se dividió desde entonces en tres sectores: residencia de los presidentes, sede de gobierno y Casa de Moneda, la que siguió ocupando el sector sur del edificio, con sus hornos, chimeneas y calderas.

La Moneda en 1870
El Presidente Bulnes se trasladó en 1846 a la Moneda, y su señora fue quién lideró la vida social desde aquí. Cuatro años más tarde un fuerte terremoto dañó unos cuantos edificios en Santiago, incluida la Moneda (otra vez).
El siguiente presidente, Manuel Montt, tuvo que asumir los arreglos; pero tuvo la mala pata de tener que soportar además un incendio, en marzo de 1855, que destruyó unas cuantas habitaciones por el lado de Morandé, donde residía su familia.
En 1858 se reemplazó el encalado de sus muros exteriores por un fino estuco de yeso, que se pintó al óleo en las fachadas de Morandé, Moneda y Teatinos (para que vean que la remodelada del año 2000 no tenía nada de raro).
El presidente José Joaquín Pérez no quiso vivir en la Moneda, así que la chuchoca social se trasladó a su vivienda particular. Federico Errázuriz Zañartu siguió su ejemplo.

Patio de Honor con Jardines,1870
Anibal Pinto, elegido en 1871, volvió a ocuparla, pues no tenía una casa propia en la capital. Él y su familia llegaron a hacer vida familiar, las tertulias políticas no tuvieron mucha cabida en sus salones. Pero la guerra del Pacífico vino a alterar la calma, y la casa de gobierno fue el centro de la actividad de la campaña. En la lluviosa noche del 21 de mayo de 1879, se dió cuenta desde sus balcones del desastroso combate de Iquique.
El sucesor en el gobierno, Domingo Santa María, no hizo uso de las habitaciones residenciales.
El siguiente presidente, José Manuel Balmaceda, habitó en la Moneda, y realizó numerosos cambios. Fue refaccionada completamente, fue dotada de los adelantos de la época y redecorada en los sectores de recepciones oficiales. Se techó con estructura metálica el patio de la Presidencia y se decoró el famoso salón rojo.
Ninguno de los 2 presidentes que le siguieron, al terminar el siglo XIX, vivieron en la Moneda… quizás pensando que era yeta, tomando en cuenta el fin de Balmaceda.
El siglo XX

Salón Rojo, 1910.
Se conserva en nuestro Archivo Nacional un inventario de la Presidencia de la República de 1901, que permite recrear la imagen que debió tener la Casa de Gobierno al iniciarse el siglo.
El inspector de palacio de la época y el mayordomo, realizaron un detallado listado de los objetos reunidos en las distintas salas de la Presidencia. De este inventario podemos citar la descripción del Salón Rojo, «llamado así por el color de sus cortinajes y tapices, reflejados en ocho espejos biselados, el que por las noches era iluminado con 64 luces de gas y 40 bombillas eléctricas» -sí, ya había llegado la electricidad-. El Comedor permitía recibir hasta 48 comensales en sus sillas talladas de roble y tapizadas en cuero; en aparadores y estanterías había «plaqué, cristalería y porcelana en número y calidad dispar, que reflejaban la familiaridad y modestia de las recepciones palaciegas».

Pabellón de acuñado y balanza, 1900.
Las habitaciones privadas de los presidentes y su familia estaban conformadas por un cuarto de baño y seis salas, medianamente amobladas con algunos catres de bronce, roperos y peinadores. Las cocheras de Gobierno, al fondo del palacio tras la casa de Moneda, guardaban siete coches y siete parejas de caballos bien aperados, con libreas negras y azules para ocho cocheros.
¿Qué austeridad, no? Igualito que ahora.
El Presidente Pedro Montt Montt, introdujo algunos cambios en la residencia de los gobernantes donde vivió en su juventud, durante la presidencia de su padre, don Manuel Montt.
Antes de trasladarse a La Moneda con su esposa hizo arreglar la habitaciones de Palacio y rejuveneció los ajados decorados y tapices de los salones de recepción. Pedro Montt fue quién mandó abrir la mentada puerta de calle Morandé, la que desde ese día pasó a servir de ingreso privado a los mandatarios.

Proyecto de Emilio Doyere, 1913
A pesar de estos cambios, la casa de los presidentes de Chile siguió siendo de una modestia proverbial. Esta condición, y el fallecimiento del Presidente Montt, en vísperas del aniversario de septiembre, no impidieron que las celebraciones oficiales del Centenario de 1910 se realizaran en el Palacio con boato y dignidad.
Don Ramón Barros Luco no abandonó su residencia particular, pero propuso en 1913 un ambicioso proyecto de remodelación de La Moneda, que contemplaba su apertura hacia la Alameda y la restauración completa de sus fachadas en el estilo monumental de la época, siguiendo con el espíritu de lo realizado en el Bellas Artes y los Tribunales de Justicia. El arquitecto Emilio Doyere fue autor de un proyecto que no llegó a realizarse, probablemente por las repercusiones económicas de la Prime ra Guerra Mundial y la crisis del salitre. La Moneda habría quedado con una fachada bastante menos austera de la que siempre ha tenido.

Las construcciones de 1930
Don Juan Luis Sanfuentes, electo en 1915, no se interesó en el proyecto de su antecesor, y la Casa de Gobierno conservó sus antiguas características; tampoco hizo uso del departamento presidencial y siguió viviendo en su casa de calle Compañía hasta concluir su mandato en 1920.
A partir de esa fecha se hicieron numerosos cambios y modificaciones al edificio. Los presidentes Arturo Alessandri Palma, Carlos Ibáñez del Campo, Pedro Aguirre Cerda y Gabriel González Videla hicieron de La Moneda su residencia habitual, imprimiendo cada uno de ellos su sello personal al Palacio.
Carlos Ibáñez del Campo, en su primer período presidencial, ordenó en 1929 la mayor y más importante restauración del edificio. Encargó este proyecto al arquitecto Josué Smith, quien pudo llevar a efecto una vieja aspiración de los gobernantes: darle a La Moneda una fachada hacia la Alameda Bernardo O’Higgins, principal arteria de la capital. Smith repitió las fachadas originales de Morandé, Teatinos y Moneda, conservando las líneas, molduraciones y ritmo del proyecto original de Toesca. De esta época databa el estuco de los muros, realizado con cemento y arena del Marga Marga. Los talleres y oficinas de la Casa de Moneda dejaron su tradicional recinto para nuevas dependencias de Gobierno y se trasladaron a la Quinta Normal, donde están hasta nuestros días.

Fachada principal, 1930.
El Presidente Arturo Alessandri, al ser reelecto en 1932, realizó obras fundamentales tanto en el interior del edificio como en su entorno. Dio inicio al llamado Barrio Cívico, que tuvo al Palacio de La Moneda como elemento principal; la nueva fachada sur a la Alameda se proyectó hacia la avenida Bulnes. La fachada principal hacia la plazuela de calle Moneda quedó enfrentando un amplio espacio, que se denominó Plaza de la Constitución, luego de demolerse el antiguo edificio que ocupara el Cuartel de Dragones. Dentro del Palacio hizo construir un comedor de recepciones uniendo varios recintos contiguos al Salón Rojo.
Durante la Presidencia de Juan Antonio Ríos se demolió el pabellón de Acuñación y Balanza, parte fundamental del proyecto de Toesca, reemplazándolo por el llamado Patio de los Naranjos.
Don Gabriel González Videla, sucesor de Ríos, restauró las modestas habitaciones privadas de los mandatarios, dotándolas de mayores comodidades y adelantos.
Eduardo Frei Montalva, aunque no vivió en el Palacio, se preocupó de alhajar los salones de recepción e hizo construir una sólida escalera de piedra en reemplazo de la vieja escalera de madera que pusiera don Pedro Montt en el acceso privado de calle Morandé.
Salvador Allende no vivió en la Moneda.
Luego del bombardeo e incendio sufrido por el edificio en 1973, la caída de estucos de los muros dejaron a la vista las graves alteraciones estructurales producidas a través del tiempo, las que aumentaron peligrosamente al quemarse las vigas de roble que sustentaban los pisos y techumbres. El ataque sólo dejó en pie los gruesos muros de ladrillo, cal y arena; el ala sur, ocupada entonces por el Ministerio de Relaciones exteriores resistió mejor, pues fue construida en hormigón armado.

La Moneda, 1981
Gran parte de las modificaciones hechas a lo largo de la historia de nuestra casa de gobierno se hicieron sin tomar en consideración un plan general del edificio y se ciñeron muchas veces a los gustos y necesidades del momento. Esto alteró el espíritu y estilo original del Palacio y, lo que fue más grave, dañó seriamente el esquema estructural propuesto por Joaquín Toesca.
La importancia del Palacio de La Moneda en nuestra historia política y cultural, así como su condición de monumento de nuestro patrimonio, hizo que el gobierno militar ordenara su total restauración, la que se concluyó en marzo de 1981.
El proyecto de restauración del Palacio de La Moneda contó con la participación de numerosos especialistas. El planteamiento básico se apoyó en la concepción original del Palacio, restaurándose los espacios y circuitos de recorrido que Joaquín Toesca diseñó originalmente. Fue en esta restauración cuando se cerró la puerta de Morandé 80.
El alhajamiento del Palacio se hizo siguiendo el mismo planteamiento de su restauración, poniéndose énfasis en que los objetos, mobiliario y colorido correspondieran a su estilo arquitectónico, el neoclásico.
Nuestra Casa de Gobierno es una obra que nunca concluye. Terminando el siglo XX o comenzando el XXI, en el año 2000, se restauró primero la fachada principal y luego todo el edificio, dándole un acabado de un blanco mate que fue muy criticado, pero nadie se acuerda que tras la reconstrucción de 1981 quedó con un color muy similar. Los 20 años de smog continuado hicieron su trabajo y enterraron en la memoria de los chilenos la imagen de una Casa de Moneda resplandeciente.
Durante los primeros días del gobierno de Ricardo Lagos se restituyó la costumbre instaurada por Frei Montalva de permitir que el público circulara por sus patios.
En conmemoración de los 30 años del 11 de septiembre, se volvió abrir la histórica puerta de Morandé 80.
una acotación, la otra casa de moneda no estuvo en coquimbo, sino en La Serena precisamente en la esquina entre las actuales calles Prat y Balmaceda a un costado de la iglesia la merced. generalmente en los antiguos libros se le llamaba coquimbo a la ciudad de La Serena indistintamente puesto que la actual ciudad de coquimbo era en esos años una aldea de pescadores y realmente se hacia referencia al rio elqui, al norte de la ciudad, tambien llamado rio coquimbo antiguamente.
buena pagina. felicitaciones.